REVISTA EDUCACIÓN SUPERIOR Y SOCIEDAD
2021, VOL. 33 Nº 2, 298-320
https://doi.org/10.54674/ess.v33i2.408
e-ISSN: 26107759
La movilidad académica internacional ante la pandemia del COVID-19: una primera aproximación
José Antonio Quinteiro Goris* @
*Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe, Venezuela
Palabras clave: Internacionalización; Movilidad estudiantil; Movilidad académica; América Latina.
International academic mobility in the face of the Covid-19 pandemic: a first approximation
Keywords: Internationalization; Student Mobility; Academic Mobility; Latin America.
El presente artículo tiene como propósito servir de primera aproximación al tema de la movilidad académica internacional ante los probables impactos que sobre ella se dejen sentir por causa de la pandemia de covid-19.
En primer lugar, se hace una brevísima revisión histórica que permite contextualizar en el tiempo y en el espacio algunos de los flujos migratorios motivados por razones de erudición que registra la historia de la humanidad, con las insuficiencias propias que implica toda simplificación de un fenómeno de origen históricamente tan remoto y complejo.
En segundo lugar, se abordan las determinantes que han contribuido a la movilidad académica internacional, en el contexto de una globalización creciente que favoreció la aceleración de todas las formas de movilidad, y que abarcan desde los bienes y servicios hasta las personas. Aunque se contemplan solo dos de las determinantes más generalizadas que favorecen el fenómeno de la movilidad académica internacional –educación transfronteriza y tablas de clasificación de las universidades mundiales, comúnmente conocidas como ‘rankings’, ello no exime de la concurrencia de otras cuyo abordaje en este artículo hayan sido omitidas.
En tercer lugar, se presenta una panorámica de la movilidad académica internacional que centra su narrativa en torno a sus cinco grandes polos de atracción, pues en ellos se concentra algo más del 50% de los flujos receptores de estudiantes internacionales movilizados por el mundo. La dispersión de las fuentes y la desagregación de los datos no permiten un perfilamiento nítido y decantado de estos flujos, razón por la cual este apartado se limita a informar sobre su magnitud numérica y los probables impactos de la pandemia sobre su devenir, sin discriminar entre movilidad estudiantil, propiamente dicha, y movilidad académica no estudiantil (profesoral y de personal no docente). Sin embargo, se hablará de movilidad académica en todo momento, aunque se ponga el acento en la estudiantil, entendiendo que la pandemia de covid-19 afecta por igual a todos.
Seguidamente se aborda someramente la movilidad académica internacional en América Latina, haciendo una particular distinción entre los flujos entrantes y salientes, en virtud de la profunda dicotomía existente entre ambos para este bloque geográfico. Igualmente se pincelan los impactos probables de la pandemia sobre la movilidad académica de la región y se proyectan algunas conclusiones preliminares.
El artículo concluye exponiendo algunas reflexiones sobre esa movilidad académica internacional a la luz de las interrogantes y las incertidumbres que formulan estos tiempos víricos para las universidades, echando mano de las lecciones aprendidas de pandemias pasadas que marcaron un declive de la universidad medieval, pero que también indujeron a su renovación al ensalzar el conocimiento científico que en ella se generaba.
Las culturas más abiertas y prósperas han resultado del cruce de caminos para flujos migratorios en los que se produjo una fecundación mutua, superando las barreras que con frecuencia trae consigo la alteridad. Mientras que en un primer momento las corrientes migratorias estuvieron signadas casi exclusivamente por determinantes económicos, la diversificación de estos flujos se alejó cada vez más de ese modelo único que respondía exclusivamente a motivaciones económicas.
Una de las primeras civilizaciones antiguas que por razones académicas ejerció atracción hacia su polis fue la romana. Es bien sabido el influjo que produjo Roma como centro de imantación para la formación de las proles de sus élites: baste mencionar a Heródoto de Halicarnaso y el poeta Ovidio, entre muchos otros. También las escrituras bíblicas registran la presencia de ilustrados viajeros, proporcionando pistas de que un cierto número –quizá alrededor del 10 %– de todos los eruditos medievales europeos abandonaron sus regiones de origen para estudiar en otras del continente, especialmente en centros de renombre para la época, como Bolonia y París (Rivza & Teichler, 2007). En la alta Edad Media, y antes de la instauración del Imperio Otomano, ávidos estudiosos y autodidactas se dirigieron a las grandes ciudades de la cultura árabe –Damasco, Bagdad, El Cairo– con igual propósito.
La movilidad académica también tiró de los lazos coloniales cuando las calificaciones extendidas por la "madre patria" se consideraban más meritorias que las propias del país de origen. Esa movilidad unidireccional, desde las colonias hacia la metrópoli, se exacerbó incluso en el período postcolonial –particularmente en África, a partir de la independencia de 17 naciones en la década de 1960– ante la insuficiencia de cuadros administrativos y técnicos para dotar de profesionales calificados a los nuevos Estados. Además, esta movilidad se vio facilitada por los nexos lingüísticos compartidos y los sistemas educativos armonizados que a menudo existían entre colonizadores y colonizados, y que aún se reconocen en el presente (Gran Bretaña, Francia, Portugal, etc.). Dicho de otra manera, la movilidad académica internacional no es un fenómeno nuevo sino de dilatada andadura histórica, que actualmente registra motivaciones similares y todavía calca patrones de su pasado.
Sin embargo, el objetivo de este apartado no estriba en describir esa amplísima andadura histórica, sino tan solo en evidenciar su presencia desde tiempos antiquísimos. Igualmente, dejar patente que, indistintamente del contexto histórico, social y cultural en el que nos ubiquemos, sus flujos siempre producen efectos similares, es decir, crean una plusvalía intelectual (‘brain gain’) en los individuos movilizados, indistintamente de si estos regresan a su país de origen (‘brain drain’) o pasan a formar parte del talento humano calificado que se desplaza a través de las naciones (‘brain circulation’).
Con la globalización, la movilidad académica fue adquiriendo importancia creciente hasta constituirse, hoy por hoy, en una de las dimensiones más importantes del proceso de internacionalización de la educación superior, particularmente a través de su arista más visible, es decir, la movilidad estudiantil Fu, W., & Larbi, F. O. (2020).
Es importante hacer notar que la movilidad académica, conceptualmente hablando, incluye –como es obvio– el movimiento del personal académico, y así ha sido tratada en la medida en que las estadísticas de la educación superior consultadas lo incluyen. Con todo, y en líneas generales, la movilidad académica no es una categoría homogénea o monolítica, por lo que sus diferentes categorías –estudiantes propiamente dichos, investigadores, estancias docentes, entrenamiento funcionarial, etc.– reciben un trato diferenciado en las estadísticas de empleo e inmigración de los distintos países, bajo los criterios más dispares.
Tendencias que configuran la actual movilidad académica internacional
La movilidad académica internacional registra en el presente una fuerte correlación con fenómenos propulsados principalmente por la globalización. Entre ellos, los que merecen especial atención en cuanto a su impacto son, a los efectos del presente artículo, la educación transfronteriza y la predilección casi obsesiva que determinan las tablas de clasificación mundial de las universidades (‘rankings’).
La educación transfronteriza o educación transnacional, como también se le conoce, se da cuando las universidades rebasan las limitaciones territoriales y extienden sus servicios educativos allende las fronteras nacionales. Esta modalidad de educación extraterritorializada se da bajo tres formas: a) en asociación con instituciones de otros países localizados “en la periferia académica”, es decir, fuera de los núcleos duros del saber, aprovechando el apalancamiento del valor de sus marcas, y estableciendo sucursales en territorios extranjeros; b) en asociación con instituciones localizadas en esa “periferia académica”, pero pivotando la diferencia a través de la relocalización en ella de profesores “metropolitanos o centrales” y otorgando a los egresados titulaciones de doble grado, y c) mediante el desarrollo de ofertas curriculares online tipo MOOCs (Cursos Online Masivos y Abiertos) accesibles a nivel global (Scott, 2015).
Estados Unidos es quizá el país más representativo de la primera de esas modalidades, a través de sucursales universitarias que operan en China, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Malasia y Corea del Sur. Aunque esta práctica de educación transnacional es generalmente bien recibida en el común de los países donde se asienta, no está exenta de críticas dentro y fuera de ellos.
La segunda modalidad de educación transnacional es ampliamente utilizada y supone grandes ahorros para potenciales estudiantes domésticos que, de no disponer de esa posibilidad, optarían muy probablemente por movilizarse hacia otros países para proseguir sus estudios. Para las universidades “metropolitanas o centrales” supone extender sustancialmente su alcance tanto en número de estudiantes como en ingresos financieros, usualmente bajo la égida de un sector privado fuertemente subsidiado por el Estado receptor.
La tercera modalidad se refiere a la oferta internacional de masivos cursos online, un mercado que no deja de crecer y que ya para 2017 estimaba la concurrencia de 13 millones de estudiantes a escala planetaria (OECD, 2018).
El otro fenómeno que condiciona fuertemente la movilidad académica internacional es la creciente repercusión de las tablas de clasificación mundial de las universidades en las políticas nacionales e institucionales. Son muchos los gobiernos que están ahora fuertemente influenciados por el empeño en tener más de una de sus universidades entre las 100 o 500 más importantes de la ‘Champion League’ mundial. A nivel institucional también son muchas las estrategias y los comportamientos determinados por ese empeño.
Las tablas de clasificación mundial de universidades promueven la movilidad académica simplemente porque uno de sus criterios más importantes es la proporción de personal internacional en la plantilla docente: cuanto mayor sea esta proporción, más alta es la clasificación de la universidad. Existe, pues, un incentivo incorporado para contratar más personal internacional, lo que, por supuesto, discrimina a las universidades de los países de lenguas minoritarias y presupuestos deficitarios.
Mientras lo anterior ocurre, la globalización comienza a dar muestras de agotamiento incluso desde antes de la llegada de la pandemia de covid-19. Es así como ya desde la crisis financiera de 2008 se registra una ralentización del fenómeno, principalmente a través de un estancamiento en la movilización de capitales por el mundo. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca abrió la guerra comercial sino-norteamericana, y poco a poco se fueron imponiendo crecientes aranceles al movimiento de bienes y servicios, así como restricciones al flujo de inmigrantes que llegaban a los Estados Unidos. Las actuaciones de Trump, aunque inicialmente a contracorriente de la opinión pública internacional, fueron ganando poco a poco admiradores y no pocos adeptos. Cuatro años después, la figura de Joe Biden en la presidencia de ese país puede que haya bajado el nivel de estridencia, pero no ha marcado un cambio de propósitos.
Y finalmente un inesperado virus, el SARS-CoV-2, pareciera haberle dado la puntilla al fenómeno de la globalización, al punto de que ahora se oye a jefes de Estado ofrecer abiertamente subsidios para que sus transnacionales relocalicen fábricas en suelo patrio. En líneas generales, y en todo el mundo, la opinión pública pareciera estar alejándose de la globalización (Applebaum, 2021). El replegamiento de este fenómeno sin duda quitará fuelle a las movilidades humanas, de las que las académicas hacen parte.
La movilidad académica internacional: su estado previo a la pandemia y los primeros impactos
El número de estudiantes de educación superior movilizados internacionalmente, en relación con el total de matriculados, pasó de 2,05% en el año 2012 a 2,3% en el 2017 (IESALC, 2019). La cifra incluye tanto a estudiantes universitarios como a los de instituciones de educación superior no universitaria, razón por la cual al referirnos a los colectivos movilizados hacemos siempre referencia a ambos grupos.
Al observar los flujos migratorios de estos estudiantes internacionales según la región receptora, se identifica para el mismo período una alta concentración en la elección de los países de destino. Es así como Estados Unidos, Canadá, Francia, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda constituyen el conjunto de naciones más atractivas para los estudiantes internacionales y reciben, aproximadamente, algo más del 50% del total de los 5 millones que se movilizan en el mundo cada año. Estos flujos migratorios representan codiciados recursos para las economías receptoras, llegando a constituirse en la tercera fuente de los ingresos de Australia (IESALC, 2019) o el sexto renglón exportador de Estados Unidos (años 2017-2018), solo por detrás de industrias como la petrolera, agroalimentaria, automovilística, aeronáutica y farmacéutica (Morgan, 2018).
Dado que las instituciones de educación superior consideradas como “polos del saber” se concentran en pocos espacios geográficos, su enorme potencial de atracción académica sirve de imantación para que grandes flujos de estudiantes internacionales confluyan en unos pocos países. Esta fuerza de imantación resulta decisiva, y a ella se suman todavía otras determinantes para la movilidad internacional. Para los latinoamericanos, la resultante de estas fuerzas privilegia la movilidad hacia los Estados Unidos y Francia, mientras que para la subregión del Caribe es Inglaterra, seguida por Francia, los que se configuran como principales destinos de la movilidad académica regional.
Estos espacios de concentración preferente no son los únicos. Progresivamente se están perfilando otros grandes centros de educación superior en el mundo, que presagian cambios en las dinámicas de movilidad académica. India, por ejemplo, ya cuenta con 799 universidades, y China, con 2.880, tiene ahora siete de ellas en los primeros 200 puestos del ‘ranking’ universitario mundial del Times Higher Education (Trilokekar, R.D., 2018). Ambas naciones poseen sistemas de educación superior robustos y significativos, por lo que tienen el potencial suficiente para atraer a un gran número de estudiantes de otras partes del mundo.
Es así como China pudo atraer a 397.635 estudiantes, como resultado de una iniciativa gubernamental centralizada en el Chinese Scholarship Council en 2017 (Lavakare, 2018). Esa tendencia, que preveía su acentuación en el tiempo gracias a la proactividad de una diplomacia gubernamental con fuerte sustentación económica y determinada a convertir al gigante asiático en un nuevo referente académico global, tenía como objetivo llegar a 500.000 estudiantes extranjeros para 2020. El atraer talento extranjero es un objetivo estratégico importante del liderazgo chino, en su intento de reconvertir al país de “fábrica del mundo” de orientación exportadora en una economía de innovación (Wang, 2014).
No obstante, el hecho de haber sido el epicentro de la pandemia de covid-19 dio al traste con tal objetivo, al menos temporalmente, y a ello se suma la ralentización económica que aflige al país. Así, aunque la pandemia pierde fuerza como causa disuasoria, pues según la agencia Xinhua el 70% de la población china completó su esquema de vacunación ya el 25 septiembre de 2021 (spanish.xinhuanet.net), el segundo motivo cobra aun mayor repercusión con la reciente quiebra del gigante inmobiliario Evergrande y con una crisis energética que ha obligado a ciudades industriales como Guangdong, con una economía más grande que la de Australia, a reducir el consumo eléctrico en los hogares para no hacer mayores recortes en el suministro que requieren sus fábricas (Murtauch, 2021).
Conviene recordar que alrededor de 5.000 estudiantes africanos se encontraban en Wuhan al momento de la eclosión del covid-19. Aunque muchos estudiantes solicitaron ser evacuados de la ciudad, “las autoridades chinas exhortaron a las embajadas locales para que dijeran a sus ciudadanos que no buscasen regresar a sus hogares, de manera de evitar una mayor propagación de la enfermedad” (The Guardian, 4 de febrero de 2020). Previsiblemente, esa permanencia forzada provocará un quiebre interno en la seguridad psicológica[1] (Lozano-Vargas, 2020), razón por la cual habrá estudiantes que claudiquen en su interés por proseguir sus estudios en China e, inclusive, en cualquier otro país extranjero. Otros, por el contrario, contemplarán primero la perspectiva de no encontrar los mismos apoyos económicos que disfrutaron en el pasado para estudiar en China, lo que incluye becas gubernamentales como las del programa Gran Muralla China y otras para estudiantes internacionales de desempeño sobresaliente que estudian en ese país (Pan, 2013).
Esta angustia de los estudiantes africanos en Wuhan, en la reducida escala de ese particular enclave geográfico, podría resumir las aflicciones de muchos estudiantes extranjeros en el mundo. Aunque no se trata de una relación ineluctable de causa y efecto, es muy probable que los planes que adelanta China para convertirse en el primer destino internacional de los estudiantes de educación superior queden impactados en un primer momento por la pandemia. Simultáneamente, la merma de recursos económicos en otros países puede reducir el número de estudiantes extranjeros que cuentan con posibilidades para cursar sus carreras en esa nación asiática.
Australia, otro de los referentes de atracción de la movilidad académica internacional, registraba un 29% de estudiantes extranjeros en su matrícula nacional (514.707) en 2017 (TEQSA, 2020). Tal es el peso de ese factor, que las universidades australianas obtenían el 20% de sus ingresos presupuestarios exclusivamente del contingente de estudiantes chinos en 2017. Aun así, el primer ministro australiano, Scott Morrison, señaló que era hora de que los estudiantes internacionales volvieran a casa (‘time to go home’), declaración que pesará en la evolución futura del sector (Ross, 2020).
En líneas generales, y aun considerando que en Australia el 55,1% de las personas de 16 y más años están ya doblemente vacunadas (25 de septiembre de 2021), en el presente año las universidades australianas han inscrito 210.000 estudiantes internacionales menos de lo que normalmente se esperaría. Solo 360 estudiantes internacionales llegaron a Australia en enero de 2021, en comparación con los 91.250 que arribaron en enero de 2020 (ICEF Monitor, 5 de mayo de 2021).
Estados Unidos promulgó su llamada Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica, conocida como Ley CARES[2], que básicamente constituye un paquete de estímulo de 2 billones de dólares destinados a mitigar el impacto económico de la pandemia. Pero, aunque ciertamente brindará cierto alivio también al conjunto de la educación superior, el Consejo Americano de Educación calificó de “insuficientes” los 14.000 millones de dólares allí asignados al sector y alertó que será necesario alcanzar cotas más altas, al menos de 50.000 millones. Entretanto, muchas universidades redujeron o suspendieron los pagos por colegiatura, medida extensiva a los estudiantes internacionales. Otras optaron por mantener las actuales colegiaturas pero congelar la matrícula para el año académico 2020-2021.
Gran Bretaña, polo de atracción de consabida preferencia para la movilidad académica internacional en Europa, estimó una caída de 47 % en el número de estudiantes extranjeros para ese mismo año académico, lo que supone para el sector una pérdida estimada en 1.500 millones de libras esterlinas. Ante este escenario, el exministro de Universidades Chris Skidmore sugirió ofrecer a esos estudiantes algunos estímulos para cuando finalicen sus estudios, como el otorgamiento de visas de trabajo por cuatro años y facilidades para la obtención de la ciudadanía británica, como un plus de valor que podría ayudar en el corto plazo a mitigar la caída de esa matrícula (Times Higher Education, 23 de abril de 2020).
No obstante lo anterior, las universidades del Reino Unido se han adaptado notablemente rápido a la disrupción provocada por la pandemia de covid-19, por lo cual ahora están apostando por reforzar su educación transfronteriza, en la que ya acusan grandes éxitos. Esto se constata con los 650.000 estudiantes que cada año estudian para obtener títulos británicos en terceros países, cifra equivalente a 1,4 veces el total de estudiantes internacionales que hacen lo propio en instituciones universitarias ubicadas en territorio británico (www.universitiesuk.ac.uk , 20 de agosto de 2021).
En esa misma línea de acción, las universidades alemanas son invitadas a redoblar esfuerzos en el proveimiento de educación transfronteriza, con apoyo del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD) y la ayuda financiera del Ministerio de Educación e Investigación de Alemania. Es así como la DAAD intensifica sus esquemas de colaboración internacional y movilidad híbrida mundial a través de su programa de Colaboración Académica Virtual Internacional (IVAC), cimentada en medios digitales (Gardener, 2021).
En líneas generales y grados distintos, las universidades volvieron su mirada a la virtualización para asegurar la continuidad del proceso enseñanza-aprendizaje, con los tropiezos que supuso para muchas de ellas; sin embargo, la movilidad académica no encontró la misma correspondencia de cambio y adaptación en las arenas de la virtualidad. El consenso generalizado es que la movilidad académica internacional seguirá mermada mientras existan restricciones para los viajes internacionales y persistan algunas influencias desfavorables en el contexto mundial. Entre todas ellas merecen especial atención:
1. Posibles restricciones en la concesión de visados a favor de aquellos nacionales provenientes de países que acusen altas tasas de seroprevalencia de la enfermedad y/o bajas tasas de vacunación (por ejemplo, sólo 10% de la población africana se encuentra vacunada al 25 de septiembre de 2021 (Statistica.com)
2. Astringencia financiera global por la caída en promedio de 4,9% en el Producto Interno Bruto Mundial (IMF, 24 de junio de 2020), lo que mermará los fondos públicos y privados dirigidos a favorecer la movilidad internacional;
3. Mientras el coronavirus SARS-CoV-2 permanezca entre nosotros sin alcanzar inmunidad de rebaño, su efecto disruptor sobre la cadena mundial de suministros apuntalará la inflación, que sumado a la resolución de la IATA (IATA, 04 de octubre de 2021) de alcanzar cero emisiones para 2050, permite avizorar mayores costes en la movilidad aérea internacional;
4. Aparición de variantes del coronavirus SARS-CoV-2 de mayor transmisibilidad y letalidad (a semejanza de Delta), con lo que se abre un escenario de oportunidades continuas para que el virus pueda replicarse y adaptarse, evadiendo las respuestas inmunitarias derivadas de las vacunas ya aplicadas.
5. Restricciones de ingreso a los países en función de las vacunas aplicadas. En tal sentido Estados Unidos (8 de octubre de 2021) solo admite las vacunas aprobadas por la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés), es decir, Pfizer, Moderna y Johnson & Johnson, así como las aprobadas por la Organización Mundial de la Salud, a saber, Sinopharm, Sinovac-CoronaVac y Astrazeneca (Reuters, 8 de octubre de 2021). Quedan fuera de esta lista la Sputnik V (aplicadas en el arranque de las campañas de vacunación masivamente por Argentina (29 de diciembre de 2020), Bolivia (29 de enero de 20219, Venezuela (18 de febrero de 2021) y Paraguay (22 de febrero de 2021) (Harrison, Horwitz and Zissis, 2021), Novavac y las candidatas Abdala y Soberana.
A pesar de estas dificultades, frente a la restricción de visados y otras medidas excepcionales como la exigencia de certificados de vacunación en origen y pruebas recientes de antígenos o PCR (Proteína C Reactiva), muchas universidades ofrecen su intermediación en la obtención de visas y cubren los costos de las pruebas médicas y estancias bajo cuarentena. Empero las restricciones globales para los viajes, de las dificultades para la obtención de visados y las estrictas políticas de salud pública que se aplicaron durante la mayor parte del año 2020, muchos gobiernos ahora están alentando a sus universidades a reclutar nuevamente estudiantes internacionales (Leah, 2021).
Cabe igualmente señalar que el número de estudiantes internacionales se mantuvo estable para el año lectivo 2019/20, y que las disminuciones se registran principalmente en la inscripción de nuevos alumnos (‘freshman students’), tendencia que aún reportan muchos países para el año académico 2020/21 (Leah, 2021).
Múltiples veces, las pandemias han azotado al mundo, interrumpiendo las actividades económicas y sociales de millones de personas, alterando con distintos grados de afectación la cultura y las instituciones de las sociedades en las que se propagan. La universidad es una de esas instituciones que las pandemias han afectado de manera significativa, y aun de formas que en los actuales momentos no vislumbramos en su justa medida.
Invocar analogías históricas no implica pensar que el covid-19 vaya a afectar la trayectoria futura de las universidades del mismo modo que lo hicieron la peste negra (siglo XIV) o la viruela (siglo XIX), principalmente porque vivimos un tiempo histórico signado por conquistas científicas de todo orden. Sin embargo, escudriñar en la historia permite descubrir las acciones y reacciones que se dieron en torno a la educación superior después de una gran crisis sanitaria y económica, como la que estamos atravesando.
Valga entonces traer a colación que 5 de las 30 universidades que existían antes de la peste negra desaparecieron a finales de la década de 1350, debido a la escasa o nula matriculación (Courtenay, 1980). De otra parte, es justo recordar que las muertes ocurridas por esa causa llevaron a renovar los cuadros clericales perdidos por aquella pandemia, lo que, aunado a un aumento significativo de las donaciones, permitió que colegios como el Trinity Hall en Oxford y el Corpus Christi College, en Cambridge deban su existencia. Las donaciones, antes solo dirigidas directamente a los pobres y necesitados, se institucionalizaron.
El caso de la viruela, enfermedad que llegó a segar la vida de una de cada 10 personas, está estrechamente ligado con el desarrollo de la primera vacuna. El trabajo empírico de Edward Jenner (Universidad de Oxford, 1796) demostró la validez de los conocimientos derivados de la experiencia y la observación, que hoy constituyen fundamentos del método científico. Desde entonces, el hecho de que las pandemias expongan nuestras debilidades hace que la gente se refugie en la ciencia, que, en definitiva, es la raison d'être de las universidades.
No cabe duda de que la universidad saldrá fortalecida de esta crisis, igual que lo hizo en el pasado, y con ella la movilidad académica internacional seguirá teniendo la importancia que siempre ha tenido, tanto para las universidades como para las naciones y sus pueblos.
La movilidad académica en América Latina y el Caribe y las disrupciones por la pandemia
De los 312.000 estudiantes movilizados desde algún país de América Latina y el Caribe para estudiar en otra nación en 2017, 120.000 (38%) se quedaron en la propia región, mientras que 170.000 (54%) escogieron como destino Norteamérica o Europa Occidental. Tales porcentajes marcan un gran contraste con lo que sucede, precisamente, en Norteamérica y en Europa Occidental, donde 80% de los estudiantes permanecen en su misma región (IESALC, 2019).
De tal manera, el modelo prototípico de la región se caracteriza por un saldo de movilidad negativo, en el que son muchos más los estudiantes que se trasladan a países de otras latitudes que aquellos que se movilizan hacia ella. Este déficit de movilidad hacia la América Latina y otros países del sur puede ser considerado como indicativo de un sistema que no es suficientemente atractivo para los estudiantes internacionales, por diversas razones (académicas, económicas, culturales y otras).
Numéricamente, en el área, los países exportadores de los mayores contingentes de estudiantes son, por orden de magnitud, Brasil, Colombia, México y Perú. Pero más relevante resulta entender esos flujos salientes a la luz del tamaño del sistema de educación superior del país emisor, es decir, en función de la tasa de movilidad de salida (TMS), entendida como el cociente entre el número de estudiantes que salen al extranjero sobre el total nacional de matriculados.
Las TMS muestran que los países con mayor desplazamiento hacia el extranjero son en realidad, por orden de magnitud, Uruguay, Ecuador, Honduras, Bolivia, República Dominicana y Perú, donde esa tasa es superior al 1,5%. En cambio, países con sistemas universitarios de gran volumen y capacidad, como Argentina, Brasil o México, tienen las TMS más bajas de la región, por debajo del 1%. El tamaño de sus sistemas de educación superior es, sin duda, un factor determinante. El caso de Argentina es peculiar porque, siendo en la América Latina el país que más estudiantes extranjeros recibe, está entre los que menor número envía al extranjero; de hecho, tiene la mayor tasa de movilidad de entrada (TME) de la región y, paradójicamente, el TMS más bajo, de apenas 0,3% en 2017 (IESALC, 2019).
Aunque los esfuerzos de internacionalización de la educación superior latinoamericana y caribeña encuentran en la movilidad académica una importante baza para su realización, los programas de apoyo a la movilidad, desde la institucionalidad pública y privada, han sido deficitarios, discontinuos en el tiempo y de baja escala. Esto es tanto así, que entre 2015 y 2016 el 48% de la movilidad estudiantil mexicana tuvo que ser financiada por las respectivas familias (Maldonado, 2016).
El covid-19 no llegó al mismo tiempo a todos los países, y las respuestas desde cada uno de ellos muestran una tendencia dispar, particularmente en América Latina por haber sido golpeada en forma particularmente desproporcionada: con el 8% de la población mundial, ha sufrido alrededor del 32% de las muertes registradas oficialmente (May 2021) (Latinobarómetro, 2021).
Esperando que la pandemia no continue cebándose en la región, en términos de contagio y letalidad, las mismas determinantes que habrán afectado muy posiblemente la movilidad académica internacional en términos generales (ver supra) encontrarían igualmente validez en la América Latina: a) restricción en la emisión de visados a los procedentes de zonas con altas tasas de contagio, b) contexto generalizado de astringencia financiera, estimándose que 29 millones de latinoamericanos engrosaron las filas de la pobreza en 2019 (CEPAL, 2020); y c) aparición de nuevas mutaciones del coronavirus SARS-CoV-2 que evadan las respuestas inmunitarias derivadas de las vacunas ya aplicadas.
A estas determinantes que desfavorecen la movilidad académica internacional habría que agregar el coste que supone la recepción de flujos de estudiantes extranjeros que, aun habiendo padecido la enfermedad y encontrándose vacunados, podrían arrastrar secuelas de afectación en su salud cuyo abordaje y consecuencias a largo plazo están aún poco estudiadas.
A pesar de lo anterior, y disponiendo únicamente de datos para el año académico 2019/20, encontramos que la movilidad de estudiantes de América Latina y el Caribe hacia Estados Unidos se mantuvo estable para el período, con números decrecientes para México, Centroamérica y Sudamérica, aunque compensados por el crecimiento en el número de estudiantes movilizados desde el Caribe. La disminución del número de estudiantes de Oriente Medio y África del Norte convirtió a América Latina y el Caribe en el tercer remitente regional más grande a Estados Unidos, después de Asia y Europa. Cabe señalar que solo el 14% de las instituciones de EE. UU. exigen una vacuna anticovid como requisito de ingreso (Leah, 2021).
Los 80.204 estudiantes de América Latina y el Caribe representaron el 8% de los estudiantes internacionales en los Estados Unidos. Aunque se trata de una cifra menor en números absolutos, hubo incrementos por parte de las Bahamas (+16%), Jamaica (+2%) y otras naciones del Caribe en 2019/2020, que probablemente corresponden a aquellos que buscaron continuar su educación superior en los Estados Unidos después de la devastación del huracán Dorian (Drier, 2019). En 2019/2020, el número de estudiantes brasileños en los Estados Unidos aumentó por tercer año consecutivo, y lo hizo en 4%. También se observaron avances en la cantidad de estudiantes que llegaron a los Estados Unidos desde Costa Rica (+7%), Perú (+4%) y Argentina (+1%) (Leah, 2021).
CONCLUSIONES
La movilidad académica internacional no es un fenómeno nuevo, sino que se entronca en flujos migratorios que se remontan a tiempos inmemorables de la historia. Desde siempre, la movilidad por motivos de estudio o erudición contribuyó a la internacionalización del saber y, más tarde, a la internacionalización de la Academia.
La globalización trajo consigo el libre flujo de bienes, servicios y personas alrededor del planeta. Muchas universidades extendieron el alcance de sus servicios allende sus fronteras, ante la apertura franca de los mercados de educación superior extranjeros. También favoreció el aplazamiento de ciertas movilidades académicas, dado que ahora es posible cursar estudios universitarios “con calidad de primer mundo” desde suelo patrio, con los consabidos ahorros que conlleva. Estas ‘sucursales’ de afamadas universidades del primer mundo en ultramar, también han favorecido en cierto grado la movilidad del profesorado desde la “metrópoli” a la “periferia académica”.
A pesar de la educación transfronteriza y de la exacerbada predilección por las tablas clasificatorias de universidades a nivel mundial, la movilidad estudiantil internacional solo alcanza a una fracción mínima de la matrícula mundial de estudiantes de educación superior. Dada la pandemia de covid-19, el deterioro previsto en las fuentes públicas y privadas que financian la movilidad académica internacional probablemente le restará a esta posibilidades de materialización, dejándola reservada exclusivamente para un puñado de estudiantes con rendimientos académicos excepcionales y provenientes de familias con altos ingresos, con lo que se reforzaría la “movilidad de élites” que ya caracteriza al fenómeno en América Latina y el Caribe desde larga data.
Aunque la movilidad académica internacional postpandemia pueda incrementarse en función de las medidas y políticas que adopten los principales países receptores, sus principales barreras serán la existencia de restricciones de viaje y la desmejora de algunas determinantes de índole económica que la condicionan, dado que en su mayoría se materializa gracias al financiamiento de las familias.
A pesar de que la demanda mundial de movilidad estudiantil parece haber impactado más fuertemente a los estudiantes de nuevo ingreso, la pandemia nos enseñó que experimentar una vida real en el campus universitario es crucial para los estudiantes, el personal académico y los administradores. Aun así, la digitalización se convierte en un aspecto cada vez más importante de la educación superior, lo que tendrá un impacto en particular en la movilidad de estudiantes y profesores, en el desarrollo profesional y en el modelo de enseñanza-aprendizaje.
Siendo así, tal vez una mejor manera de repensar la movilidad académica internacional sea comenzar a concebirla dentro de un espectro de posicionamientos mixtos. En un extremo los más fijos o físicamente arraigados y en el otro los más móviles, de manera que los estudiantes y el personal docente movilizados se encontrarían en algún lugar a lo largo de este espectro. Esta concepción de la movilidad académica se alinearía mejor con el modelo de universidad híbrida que comenzará a emerger con fuerza en la llamada “nueva normalidad”.
La historia ha dado un giro de guión difícil de digerir, pero en el que las universidades reconocen su pasado. Al igual que antes, y mejor equipadas que entonces, la universidad seguramente saldrá bien librada y fortalecida de la actual coyuntura, y con ella la movilidad académica internacional.
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